¿QUÉ ES PILPUL?



En la tradición judía existe un modo particular de abordaje de las fuentes denominada Pilpul. Este último es el método por excelencia de los estudiosos del Talmud a través del cual se busca examinar todos los argumentos pensables, tanto los pro como los contra, en procura de hallar argumentos lógicos en torno a un tema.
Para esto se desmenuza y analiza cada parte del objeto a considerar (por ejemplo una sentencia de la Torá), se despeja el sentido correcto de cada vocablo, letras, espacio; y luego se reintegra el objeto a su estado original dotándolo de un sustrato probable y razonable. Luego, se examina el objeto en relación a su contexto, y si se halla que el análisis de lo particular no coincide con el campo que lo rodea, entonces se retoma el análisis. Más adelante, el tema en cuestión se examina en relación a sentencias similares en otras partes de la Torá, para verificar la consistencia de lo que se presume haber hallado como conocimiento. Cuando se cree haber despejado definitivamente el conocimiento, entonces se parte de cero, se retorna al análisis particular de la sentencia, pero ahora desde la perspectiva antitética. Y así se continúa el proceso hasta saciar todas las posibles argumentaciones.

Pilpul es un método dialéctico llevado al extremo, motivo de diálogo de contrapartes en busca de construir una realidad mejor. En este sentido, este tipo de abordaje lleva a un tipo de estudio que promueve una mirada crítica, que busca argumentos en las fuentes judaicas.


ללכת יומם ולילה, משה אופיר, 2003
Caminando día y noche, Moshé Ofir, 2003
Fragmento

El pilpul judío me cautiva. Lo considero la cima de la creatividad del pueblo judío y la expresión más auténtica de la vida judía. Esta idea que toda cosa es de hecho también otra cosa, que todo fin es también comienzo, que toda posibilidad es la entrada a otras posibilidades infinitas, que hay tantas preguntas para las que todas las respuestas generan un nuevo conjunto de preguntas–, se desprende necesariamente de la existencia desarraigada, agitada, insegura del judío como tal. ¿No testimonia este pensamiento que nada es absoluto? ¿Que todo destino está lejos de ser alcanzado? Todo depende de todo, porque nada depende de nada. No hay conclusión clara ni certeza, así como tampoco hay hogar permanente ni seguridad de nada. Para el judío, así parece, toda la existencia no es más que un gran sorteo de lotería que se lleva a cabo cada día y cada hora, en el que están depositados, sobre uno de los platillos de la balanza, su identidad, su futuro y su vida. ¿Es capaz de comprender un granjero suizo –al que cientos de años de tranquilidad y sosiego lo acostumbraron a andar con seguridad sobre la faz de la tierra– hasta qué punto las capas tectónicas sobre las que se basa su existencia son frágiles, quebradizas y endebles? ¿Acaso comprende que todo su mundo puede desarmarse en un instante? Por supuesto que no. Por eso, no es capaz de crear de sí el pilpul. Se conforma con otro invento (o por lo menos con su perfeccionamiento) que refleja su clara relación con la realidad: el reloj. Por el contrario, la existencia judía –que siempre ha sido temerosa, ajetreada, desarraigada, entregada a los caprichos de  los gobernantes–, engendró una forma de pensamiento y observación que carece de punto de apoyo, así como la existencia misma. Todas las posibilidades pueden concretarse en cualquier momento dado. El pilpul no considera al conocimiento como un camino que conduce a una costa segura, sino una gran excavadora que construye un cruce. Una conclusión es siempre una encrucijada y no un hogar. Si el pilpul es casi una consecuencia derivada de la realidad y del ethos de este pueblo, ¿no encierra las cualidades de una lengua oculta que solo puede ser creada y comprendida por aquellos entre los que ha brotado y son quienes la utilizan como un código secreto?





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